Cuando tienes que negociar con
alguien es imprescindible ponerse en sus zapatos para tratar de comprender sus
intereses y emociones. Si hacemos este ejercicio, es comprensible el punto en
el que se encuentran las negociaciones entre el gobierno de Syriza y la Unión Europea. Lo que sigue es un análisis
puro de negociación, sin entrar a valorar los contenidos y las implicaciones
que las decisiones de los agentes puedan tener.
Cuando se iniciaron las
negociaciones alguien podía pensar que, aunque con dificultades, ambas partes
acabarían por llegar más pronto que tarde a un acuerdo. Sin embargo un acuerdo
rápido y sin el dramatismo actual de la situación, hubiera sido a costa de que
el gobierno de Syriza hubiera cedido más en sus posiciones que la Unión Europea, lo que constituía un
escenario nada previsible, máxime teniendo en cuenta la beligerancia de Tsypras
y sus partidarios, tanto antes como
después de las elecciones griegas.
Si profundizamos un poco más en
el análisis, para el actual gobierno griego, cualquier gesto que implique ceder
en sus líneas rojas sería tomado por una buena parte de sus ciudadanos como una
genuflexión ante la Unión Europea. El referéndum planteado es una hábil maniobra
de Tsypras, llevando al terreno de la estética democrática su posición, al
tiempo que busca legitimación en el voto de los griegos, tanto en el presente
como para afrontar un hipotético futuro fuera del euro.
Por su parte, si la Unión Europea
desiste en su empeño de imponer sus condiciones al gobierno griego y no se
muestra firme en sus posiciones, además de los perjuicios económicos que ello
pueda comportar, daría un mensaje de debilidad ante futuras situaciones
similares que se pudieran producir.
Visto el escenario, no sería descabellado
concluir que ninguna de las partes vaya a ceder y que, por tanto, el conflicto
no se va a resolver.
Sin embargo, es necesario dar una
vuelta de tuerca más al análisis, y plantearse qué sucede si finalmente no hay
acuerdo. Si no hay acuerdo, Grecia sale del Euro y se adentra en un escenario
imprevisible, es decir, ante una situación que ningún gobernante quiere. Si no
hay acuerdo, el Euro demuestra su debilidad ante los mercados internacionales,
ocasionará también perjuicios económicos e incertidumbre, e incluso puede haber
efectos geo-estratégicos negativos, por lo que la Unión Europea también sale
debilitada.
Hecho el análisis, parece que
ninguna solución sea buena para los negociadores. El recientemente fallecido
John Nash, brillante premio Nobel, podría no estar de acuerdo con esta
aseveración. El llamado “equilibrio de Nash” nos dice que ningún negociador va
a cambiar de estrategia si con ello va a conseguir unos beneficios menores (o
perjuicios mayores) o iguales que el propio equilibrio de Nash. Hasta este
momento de la negociación, los pasos dados por los negociadores son acorde con
la teoría de juegos y el no acuerdo puede parecer una buena opción para ambos. Sin
embargo, esta solución sería fruto de una lectura errónea de la situación. En
realidad, el equilibro de Nash aconseja a las partes a que finalmente lleguen a
un acuerdo, aunque sea en el último momento, porque el no acuerdo ocasiona
perjuicios mayores para ambos que el acuerdo. Pero para ello hará falta una mente maravillosa que construya un relato
en el que destaque la épica lucha mantenida, justifique las cesiones efectuadas
por ambas partes y consiga salvar su imagen ante las respectivas opiniones
públicas.
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